La
catedral de San Pablo está construida en una de las principales elevaciones de
la City, donde en tiempos de Roma había un templo dedicado a la diosa Diana.
Una primera catedral edificada en 604 fue destruida por un incendio en 1087.
Reconstruida entre los siglos XI y XIII, la nueva catedral, románica y gótica,
tenía fama de ser la mayor iglesia medieval de Europa. Su aguja, de 164 m de
altura, se quemó en un incendio en 1561. Se encontraba en el corzón de un
conjunto de edificios religiosos, entre ellos el palacio episcopal y un
campanario, la torre de Jesús. Tras un periodo de abandono en que San Pablo se convirtió
en un mercado, las últimas obras importantes le fueron confiadas en 1634 al
obispo de Londres, Laud, e Inigo Jones, que enriqueció la fachada oeste con un
pórtico palladiano. Desgraciadamente, la guerra civil interrumpió las obras.
Inmediatamente
después de la Restauración (1660), una Comisión encarga a Wren que proponga una
renovación de San Pablo. Partidario de encajar la estructura gótica en un
ropaje clásico, propone también reemplazar la torre por una cúpula. Por fin, el
27 de agosto de 1666 se acepta el proyecto… pero una semana después el Gran
Incendio reduce la catedral a la ruina. Entonces, se impone la construcción de
un nuevo edificio. Wren, nombrado director de las obras del rey en 1669,
propone sucesivos proyectos que van en dos direcciones distintas: el primero,
que era el que prefería y el que convenía a Carlos II, incluía un plano en cruz
griega y una cúpula. Juzgado contrario a la tradición, fue rechazado por el
alto clero anglicano. El “gran modelo” de 1673 buscaba, al añadir un inmenso
pórtico y un vestíbulo coronado por una cúpula, vencer todo tipo de resistencias,.
En vano. Obligado a ceder, Wren presentó un nuevo proyecto en 1675, el Warrant
Design, que volvía al plano de cruz latina y de tipo “normando inglés”: nave
larga (la de San Pablo mide 152 m de largo), largos cruceros salientes, largo
coro desplegado bordeado por estrechos deambulatorios que culminan en un
ábside.
El
conjunto está rematado por una cúpula espléndida que mide 31 m de diámetro,
alcanza los 110 m y reposa en ocho pilares. Le planteaba cierta dificultad a
Wren, que la concibió con tres espesores: se intercaló un cono de albañilería
entre dos cúpulas, la vista de Londres desde la Galería de Oro, al pie de la
linterna, es soberbia.
Además
de por la cúpula, recubierta por una capa de plomo y que destaca por encima de
todo, el exterior de San Pablo se caracteriza por tres elementos: el gran
tambor de la cúpula, ceñido por una columnata en que se alternan hornacinas y
loggias; el muro que sirve de contrafuerte, oculta los arbotantes y realza la
majestuosidad del conjunto ( majestad subrayada además por los pórticos de columna
tas semicirculares de los cruceros al norte y al sur); en fin, la fachada oeste, ampliamente inspirada en el barroco, donde dos torres coronadas con campaniles enmarcan un doble pórtico de columnas gemelas.
Es
imponente, y su cierta frialdad no inspira demasiado fervor. Wren apeló para su
decoración entre 1690 y 1720 a una pléyade de artistas. Entre ellos, James
Thornhill, que pintó en la cúpula unos frescos que contaban la vida de San
Pablo. Grinling Gibbons talló la magnífica sillería del coro, el trono del
obispo y la caja del órgano; Jean Tijou, artista francés, forjó las verjas del coro
y la barandilla de la escalera que lleva a la biblioteca. Desde la galería de
los Murmullos, en la cúpula, resulta sorprendente la visita sobre el interior
de la catedral.
Hasta
1790 el interior de la catedral estuvo casi desprovisto de monumentos funerarios.
Luego, a imagen de la abadía de Westminster, San Pablo se convirtió en el
Panteón, y la cripta alberga un centenar de sepulturas, entre ellas las del
duque de Wellington, el almirante Nelson y, desde luego, Wren.