“Roma inaugura una segunda etapa basada en la
arquitectura como espacio interior, una concepción del espacio que puede
considerarse la típicamente occidental, iniciada con Roma y propia de su
arquitectura, y de la medieval, la renacentista y la barroca, obedientes en lo
sustancial a una misma concepción del espacio arquitectónico”. Sigfried
Giedion.
“…Roma significó el comienzo de una nueva
era determinada para la búsqueda de los valores verdaderamente arquitectónicos,
que corresponden a la definición de espacios, tanto abiertos como cerrados;
sobre todo estos últimos, la arquitectura se convierte en el arte de modular la
materia insustancial del aire, un volumen que se define – en el sentido de dar
límites la forma – la manera privilegiada mediante la utilización de las líneas
y las superficies curvadas de los arcos y las bóvedas, capaces, además, de
cubrir amplios ambientes disminuyendo la cantidad y el tamaño de los soportes”.
Bruno Zevi.
Panteón, de la época de Adriano vendrá a significar la
culminación de la doble tendencia de la configuración del templo romano. En
planta se hace evidente la yuxtaposición de dos cuerpos de concepción y
funciones contrapuestas. La fachada es un pórtico a la griega pensado para
cerrar y presidir la plaza anterior, según el esquema más clásico; la cella se
ha hinchado, en un soberbio soplido arquitectónico, hasta convertirse en un
ambiente de planta circular, cubierto por una cúpula de igual altura que su
diámetro de la base. Se ha logrado el prodigio tan anhelado de determinar un
gran espacio interior sobre la base del volumen curvo más simple y perfecto: la
esfera. Nada la interrumpía en un ambiente diáfano de dimensiones
espectaculares: 43.30 m de diámetro y de altura. En el templo italorromano en
general, habitualmente de planta rectangular, la importancia de la fachada
frontal había conducido a la atrofia de las fachadas laterales (de ahí la tendencia
a los templos peudoperípteros) y a la desaparición funcional de la espalda
(como en el templo de Mars Ultor, adosado al muro que lo separaba del barrio de
la Suburra). En el Panteón, el pórtico sólo existe hacia fuera, mientras la
cella sólo tiene fachada hacia el interior, El Panteón, por tanto, reúne claves
principales para el entendimiento de la arquitectura romana. El alarde técnico
de la cúpula, como una compleja estructura de arcos de descarga para el apeo
sobre el tambor, también articulado para permitir la sucesión de nichos que
ritman el interior; la armoniosa decoración interna, que enaltece la
simplicidad de las rotundas formas geométricas que definen el espacio interno;
todo se combina para que, milagrosamente bien conservado, el Panteón sea
expresión de la mejor arquitectura de Roma y de todos los tiempos.
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